El Manifiesto Constructivista de Gabo y Pevsner.
El Manifiesto Constructivista o Manifiesto
realista se imprimió en Moscú el 5 de agosto de 1920, por la Imprenta
Estatal, el mismo fue escrito por Por Naum Gabo y Antoine Pevsner, sin
duda puede ser considerado como el origen ideológico del movimiento artístico
de vanguardia de la revolución soviética.
En el torbellino de nuestros días
activos, más allá de las cenizas y de las ruinas del pasado, ante las
cancelas de un futuro vacuo, nosotros proclamamos ante vosotros, artistas, pintores, escultores, músicos, actores y poetas, ante vosotros, personas para las que el Arte no es solo una mera fuente de conversación, sino el manantial mismo de una real exaltación, nuestra convicción y los hechos.
cancelas de un futuro vacuo, nosotros proclamamos ante vosotros, artistas, pintores, escultores, músicos, actores y poetas, ante vosotros, personas para las que el Arte no es solo una mera fuente de conversación, sino el manantial mismo de una real exaltación, nuestra convicción y los hechos.
Hay que sacar al Arte del
callejón sin salida en que se halla desde hace veinte años.
El progreso del saber humano con
su potente penetración en las leyes misteriosas del mundo, iniciada a comienzos
de este siglo, el florecimiento de una nueva cultura y de una nueva civilización,
con un excepcional (por primera vez en la historia) movimiento de las masas
populares hacia la posesión de las riquezas naturales, movimiento que abraza al
pueblo en estrecha unión, y, por último, pero no menos importante, la guerra y
la revolución (corrientes purificadoras de una era futura) nos ha llevado a
considerar las nuevas formas de una vida que ya late y actúa.
¿Como contribuye el Arte a la
época actual de la historia del hombre?.
¿Posee los medios necesarios para
dar vida a un nuevo Gran Estilo? ¿O supone acaso que la nueva época puede
acoger una nueva creación sobre los cimientos de la antigua? A pesar de las
instancias del espíritu renaciente de nuestro tiempo, el Arte se alimenta de
impresiones, de apariencia exterior, y vaga impotente entre el naturalismo y el
simbolismo, entre el romanticismo y el misticismo.
Los intentos realizados por
cubistas y por futuristas para sacar a las artes figurativas del fango del
pasado solo han producido nuevos desencantos.
El cubismo, que había partido de
la simplificación de la técnica representativa, acabo por encallar en el
análisis. El revuelto mundo de los cubistas, despedazado por la anarquía
intelectual, no puede satisfacer a quienes, como nosotros, ya hayan realizado
la Revolución y están construyendo y edificando un mundo nuevo.
Se puede sentir interés por las
experiencias de los cubistas, pero no adherirse a su movimiento, pues estamos
convencidos de que sus experiencias solo arañan la superficie del Arte y no la
penetran hasta sus raíces, y también nos parece evidente que su resultado final
no conduce más que a la misma representación superada, al mismo volumen
superado y, una vez más, a la misma superficie decorativa.
En sus tiempos, se hubiera podido
exaltar el futurismo por el nuevo aire que aporto su anunciada revolución en el
Arte, por su critica demoledora del pasado; como único modo de asaltar las
barricadas artísticas del buen gusto, exigía mucha dinamita; pero no se puede
construir un sistema artístico sobre una sola frase revolucionaria.
Bien mirado, tras la fachada del
futurismo solo había un vacuo charlatán, un tipo hábil y equivoco, hinchado de
palabras como patriotismo, militarismo, desprecio por la mujer y parecidas
sentencias provincianas.
En cuanto a los problemas
estrictamente pictóricos, el futurismo no pudo hacer más que repetir los
esfuerzos, que ya fueron inútiles con los impresionistas, por fijar en el
lienzo un reflejo puramente óptico. Hoy todos sabemos que el simple registro
gráfico de una secuencia de movimientos momentáneamente fijados no puede
recrear el movimiento. Solo recuerda el latido de un cuerpo muerto.
El pomposo eslogan de la
velocidad fue un clarín de guerra para los futuristas. Admitimos la sonoridad
de tal eslogan y comprendemos muy bien que es superior al más potente eslogan
provinciano. Pero intentad preguntar a un futurista como se imagina la
velocidad, e inmediatamente aparecerá todo un arenal de locos automóviles y
depósitos de chirriantes vagones y alambres intrincados, el estruendo y el
ruido de calles atestadas de vehículos. ¿Es necesario convencer a los
futuristas de que todo ello no ocurre por la velocidad y sus ritmos?.
Mirad un rayo de sol, la más
inmóvil de las fuerzas inmóviles. Tiene una velocidad de 300000 kilómetros por
segundo. Observad nuestro firmamento estelar que el rayo atraviesa… ¿Que son
nuestros depósitos comparados con los del universo? ¿Que son nuestros trenes
terrestres comparados con los veloces trenes de las galaxias?.
Ciertamente, todo el estruendo de
los futuristas acerca de la velocidad es un hecho demasiado sabido, pero desde
el momento en que el futurismo proclamo que Espacio y Tiempo son los muertos de
ayer, se hundió en la oscuridad de las abstracciones.
Ni el futurismo ni el cubismo han
ofrecido a nuestro tiempo lo que se esperaba de ellos.
Salvo estas dos escuelas
artísticas, nuestro pasado reciente no ha ofrecido nada importante ni
interesante.
Pero la vida no espera; las
generaciones no cesan de crecer, y nosotros, que sucedemos a los que entraron
en la historia y poseemos los resultados de sus experiencias, sus errores y sus
éxitos, después de años de experiencias semejantes a siglos, proclamamos:
Ningún movimiento artístico podrá
afirmar la acción de una nueva cultura en desarrollo hasta que los mismos
fundamentos del Arte estén construidos sobre las verdaderas leyes de la vida,
hasta que todos los artistas digan con nosotros: Todo es ficción, solo la vida
y sus leyes son autenticas, y en la vida solo lo que es activo es maravilloso y
capaz, fuerte y justo, porque la vida no conoce belleza en cuanto medida
estética. La más grande belleza es una existencia efectiva.
La vida no conoce ni el bien ni
el mal ni la justicia como medida moral…., la necesidad es la mayor y más justa
de todas las morales.
La vida no conoce verdades
racionales abstractas como metro de conocimiento: el hecho es la mayor y más
segura de las verdades.
Estas son las leyes de la vida.
¿Puede el Arte soportar tales leyes si se construye sobre la abstracción, el
espejismo, la ficción?
Nosotros decimos:
Espacio y tiempo han renacido hoy
para nosotros.
Espacio y tiempo son las únicas
formas sobre las cuales la vida se construye, y sobre ellos, se debe edificar
el Arte.
Perecen los Estados y los
sistemas políticos y económicos; las ideas se derrumban bajo la fuerza de los
siglos, pero la vida es fuerte y crece y el tiempo prosigue en su continuidad
real. ¿Quien nos mostrara formas mas eficaces que estas? ¿Quien será el genio
que nos de cimientos más sólidos que estos?
¿Que genio nos contara una
leyenda más maravillosa que la fábula prosaica que se llama vida?
La actuación de nuestras
percepciones del mundo en forma de espacio y tiempo es el único objetivo de
nuestro arte plástico.
No medimos nuestro trabajo con el
metro de la belleza y no lo pesamos con el peso de la ternura y de los
sentimientos.
Con la plomada en la mano, con
los ojos infalibles como dominadores, con un espíritu exacto como un compás,
edificamos nuestra obra del mismo modo que el universo conforma la suya, del
mismo modo que el ingeniero construye los puentes y el matemático elabora las
formulas de las orbitas.
Sabemos que todo tiene una imagen
propia esencial: la silla, la mesa, la lámpara, el teléfono, el libro, la casa,
el hombre. Son mundos completos con sus ritmos y sus orbitas.
Por
esto, en la creación de los objetos les quitamos las etiquetas del propietario,
totalmente accidental y postiza, y solo dejamos la realidad del ritmo constante
de las fuerzas contenidas en ellos.
1) Por ello, en la pintura
renunciamos al color como elemento pictórico: el color es la superficie óptica
idealizada de los objetos; es una impresión exterior y superficial; es un
accidente que nada tiene en común con la esencia mas intima del objeto.
Afirmamos que la tonalidad de la sustancia, es decir, su cuerpo material que
absorbe la luz, es la única realidad pictórica.
2) Renunciamos a la línea como
valor descriptivo: en la vida no existen líneas descriptivas; la descripción es
un signo humano accidental en las cosas, no forma una unidad con la vida
esencial ni con la estructura constante del cuerpo. Lo descriptivo es un
elemento de ilustración grafica, es decoración. Afirmamos que la línea solo
tiene valor como dirección de las fuerzas estáticas y de sus ritmos en los
objetos.
3) Renunciamos al volumen como
forma espacial pictórica y plástica: no se puede medir el espacio con el
volumen, como no se puede medir un liquido con un metro. Miremos el espacio…
¿Qué es sino una profundidad continuada? Afirmamos el valor de la profundidad
como única forma espacial pictórica y plástica.
4) Renunciamos a la escultura en
cuánto masa entendida como elemento escultural. Todo ingeniero sabe que las
fuerzas estáticas de un cuerpo sólido y su fuerza material no dependen de la
cantidad de masas; por ejemplo: una vía de tren, una voluta en forma de T, etc.
Pero vosotros, escultores de cada sombra y relieve, todavía os aferráis al
viejo prejuicio según el cual no es posible liberar el volumen de la masa.
Aquí, en esta exposición, tomamos cuatro planos y obtenemos el mismo volumen
que si se tratase de cuatro toneladas de masa. Por ello, reintroducimos en la
escultura la línea como dirección y en esta afirmamos que la profundidad es una
forma espacial.
5) Renunciamos al desencanto
artístico enraizado desde hace siglos, según el cual los ritmos estáticos son
los únicos elementos de las artes plásticas. Afirmamos que en estas artes esta
el nuevo elemento de los ritmos cinéticos en cuanto formas basilares de nuestra
percepción del tiempo real.
Estos son los cinco principios
fundamentales de nuestro trabajo y de nuestra técnica constructiva.
Hoy proclamamos ante todos
vosotros nuestra fe. En las plazas y en las calles exponemos nuestras obras,
convencidos de que el arte no debe seguir siendo un santuario para el ocioso,
una consolación para el desesperado ni una justificación para el perezoso. El
arte debería asistirnos allí donde la vida transcurre y actúa: en el taller, en
la mesa, en el trabajo, en el descanso, en el juego, en los días laborales y en
las vacaciones, en casa y en la calle, de modo que la llama de la vida no se
extinga en la humanidad.
No buscamos consuelo ni en el
pasado ni en el futuro. Nadie puede decirnos cual será el futuro ni con cuales
instrumentos se le puede comer.
Es imposible no engañarse sobre
el futuro y sobre el se pueden decir cuantas mentiras se quieran.
Para nosotros, los gritos sobre
el futuro equivalen a las lágrimas sobre el pasado. El repetido sueño con los
ojos abiertos de los románticos. El delirio simiesco del viejo sueño
paradisíaco con atuendos contemporáneos.
Quien hoy se ocupe del mañana se
ocupa en no hacer nada.
Y quien mañana no nos de nada de
lo que haya hecho hoy no es de ninguna utilidad para el futuro.
El hoy pertenece al hecho.
Lo tendremos en cuenta también
mañana.
Dejemos el pasado a nuestras espaldas
como una carroña.
Dejemos el futuro a los profetas.
Nosotros nos quedaremos con el
hoy.